Körkarlen, de Victor Sjöström (1920). Ficha de la película: Título original: Körkarlen. Dirección: Victor Sjöström. País: Suecia. Año: 1920. Producción:

1 Körkarlen, de Victor Sjöström (1920). Ficha de la pelíc...
Author: Marta Venegas Aranda
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1 Körkarlen, de Victor Sjöström (1920). Ficha de la película: Título original: Körkarlen. Dirección: Victor Sjöström. País: Suecia. Año: 1920. Producción: AB Svensk Filmindustri. Productor: Charles Magnusson. Estudios: Filmstaden (Råsunda). Laboratorios: AB Svensk Filmindustri (Råsunda). Jefe de laboratorio: Eugén Hellman. Rodaje: mayo a julio de 1920. Distribución: Svenska Biografteaterns Filmbyrå (Estocolmo). Argumento: Novela homónima de Selma Lagerlöf. Guión: Victor Sjöström. Fotografía: J. Julius [Julius Jaenzon], en blanco y negro. Ayudante cámara: Carl-Axel Söderström. Dirección artística: Alexander Bakó y Axel Esbensen. Ayudante dirección artística: Bertil Duroj. Ayudante dirección: Arthur Engborg. Intérpretes: Victor Sjöström (David Holm), Hilda Borgström (Anna Holm, la esposa de David), Tore Svennberg (Georges, el conductor de la carreta), Astrid Holm (Hermana Edit Larssen, del Ejército de Salvación), Lisa Lundholm (Hermana Maria, del Ejército de Salvación), Tor Weijden (El oficial Gustafsson, del Ejército de Salvación), Concordia Selander (Madre de Edit), Einar Axelsson (Hermano de David), Nils Aréhn (El capellán de la prisión), Simon Lindstrand y Nils Elffors (Los compañeros de borrachera de David), Olof Ås (El primer conductor de la carreta), Algot Gunnarsson (Obrero en la taberna), Hildur Lithman (Su mujer), John Ekman (El agente de policía), Joshua Bengtson y Bror Berger (Jugadores), Emmy Albiin (La mujer con tuberculosis), Mona Geijer-Falkner, Helga Brofeldt y Signe Wirff (Camareras), Anna-Lisa Baude, Erik Bergman, Frida Dahlskog y Arthur Natorp (Soldados del Ejército de Salvación), Edvin Adolphson y Carl Harald (Hombres en la posada), Elof Ahrle y Fridolf Rhudin (Jóvenes), Björn “Nalle” Halldén (Hombre calvo en la sesión de bienvenida del Ejército de Salvación). Longitud: 2129 metros. Duración: 107 minutos a 16 ips; 103 minutos a 18 ips. Expediente de censura: 25849. Fecha de censura: 15 diciembre 1920. Estreno mundial: 1 enero 1921, en el Röda Kvarn (Estocolmo) y en el Cosmorama (Göteborg). Título inglés: Thy Soul Shall Bear Witness (Gran Bretaña); The Phantom Chariot (Estados Unidos). Título francés: La charrette fantôme. Título alemán: Der fuhrmann des todes. Título italiano: Il carreto fantasma. En España: Título: La carreta fantasma. Estreno: 16 agosto 1924, Fuencarral (Madrid).

2 Crítica del estreno en Estados Unidos / —The New York Times, 5 junio 1922— Las apuestas están noventa y nueve a uno a que si The Stroke of Midnight, la película sueca que llegó ayer al Criterion, la hubiese producido una cualquiera de las 99 primeras productoras que se te ocurran entre 100, habría sido algo estereotipado y aburrido. Las mismas apuestas afirman que, si la hubiera dirigido uno de los primeros 99 directores que puedas nombrar entre 100, habría sido una cosa previsible y pesada. Pero la realizaron la centésima productora y el centésimo director, y resulta ser convincente e interesante. No quiere decir que los otros 99 directores y productoras no hagan películas interesantes de vez en cuando; a veces las hacen. Y, probablemente también, la Swedish Biograph Company y Victor Sjöström caigan en ocasiones en aburridas medianías. Pero en este caso en concreto, la Swedish Company y Mr. Sjöström se han acercado a un tema tratado antes cientos de veces, invariablemente ensayado hasta el agotamiento, y han conseguido hacer revivir la historia para la pantalla. De ahí que haya que considerarlos como unos entre cien. Se trata de la historia de redención de un hombre. ¡Cuántas veces hemos tenido que verlo! ¡Cuántas veces nos ha aburrido sin llegar a convencernos! Mostrar la rehabilitación de un hombre es uno de los motivos principales de toda película. Pero si se trata de una enmienda artificial, sin voluntad propia, insuflada mecánicamente por el arbitrio del dramaturgo, es un ejercicio que carece de interés. En cualquier caso, la redención de un hombre es interesante, y la primera clave de The Stroke of Midnight es que su personaje principal es un hombre con un carácter firme, un hombre de voluntad obstinada cuya fuerza es digna de admiración, incluso cuando se manifiesta con la determinación de destruirse a sí mismo y a otros. La primera idea establecida por la película es que merece la pena salvar a este hombre. Nunca te preguntas, “¿por qué están gastando su tiempo con semejante tipo todas esas buenas personas?; ¿no hay otros que merezcan más sus esfuerzos?”, puesto que a este hombre merece la pena salvarle, vale igual que cien de los otros. Lo mismo que sucede con la propia película. Así pues, la historia comienza de manera lógica y consigue ganarse la aprobación hacia su propuesta y a partir de aquí continúa consecuentemente. A veces se rompe la continuidad —la han montado de forma errónea para la circulación en América o bien Mr. Sjöström ha permitido cierto número de lagunas—, pero, excepto donde se fuerza al espectador a dar un salto mental, la transición de escena a escena se hace de forma convincente. La taberna a la que recurren David Holm y sus compañeros licenciosos y bebedores, llega a convertirse en un lugar muy auténtico. El vestíbulo de lo que parece el Ejército de Salvación Sueco es también realista, al igual que lo es el hogar de David a medida que se aproxima la destrucción final, a la que parece empeñado en llegar.

3 Y cuando decimos que las escenas son reales queremos decir que lo son los personajes y los escenarios. El propio David, interpretado por Mr. Sjöström, y su esposa, interpretada por Hilda Borgström, destacan de manera especial. La actuación es tan intensa, expresiva y al tiempo contenida como se pueda esperar de una interpretación poderosa de verdad. Astrid Holm en el papel de Edith Larssen, la chica que más hace por salvar a David, también consigue crear un personaje sentido, y Tore Svennberg, como el amigo de David y mediador de su redención, está del todo correcto para el propósito de su papel. La salvación de David se plantea por medio de un ejercicio espiritual. David tiene un sueño en el que muere y su espíritu es conducido al lecho de muerte de Edith Larssen y a su hogar por el conductor de una carreta fúnebre que, según la leyenda, vaga recogiendo a los espíritus de aquellos que han fallecido de forma violenta y criminal, en medio de un gran sufrimiento. Aunque el despertar de David envía al conductor y su carreta al plano de la leyenda, el hecho de que conserve cierta información adquirida en el sueño y actúe en consecuencia confía la historia a la hipótesis de lo espiritual. Y es la honestidad con la que se aborda dicha hipótesis, así como el tratamiento tan imaginativo de la misma, lo que logra su aceptación por el espectador, quien, por otra parte, probablemente no tenga fe en absoluto en los espíritus. Estas escenas fantásticas hacen uso de la doble exposición y en su mayor parte producen un gran efecto. En ocasiones los objetos etéreos parecen demasiado sólidos, a veces muy finos, pero estas deficiencias ópticas pasan casi desapercibidas de tan absorbente como es la acción en las escenas donde aparecen. Esto es así a lo largo de toda la historia. Fotográficamente no es siempre buena, pero ni siquiera una fotografía burda puede destruir el efecto de una escena físicamente bien construida y bien animada por las interpretaciones. También se emplea la imaginación en el tratamiento de la película y algunos de los momentos de mayor impacto se consiguen por la sugestión, más que por encuadres explícitos. —The New York Times, 5 junio 1922—.

4 Crítica del estreno en Estados Unidos / —Variety, 9 junio 1922— La película está teñida con las tinieblas de la melancolía escandinava. Es tan taciturna como Ibsen en sus peores momentos, pero, hasta cierto punto, cargada de una atmósfera de enorme dignidad, y su brutal realismo resulta irresistible sin ninguna duda. Sin embargo, este profundo efecto de drama dura mientras la película se ciñe a las sencillas pautas de la tragedia, pero en algún punto hacia la mitad de su realización, alguien debió de pensar: “Estamos haciendo una película comercial para un público al que le gustan los finales felices. Debemos darle, por todos los medios, un final feliz”. Así que se aplicaron a dicho final y hundieron la película. Después de esto, lo que antes había sido una tragedia sobrecogedora se convierte en algo meramente teatral. El resultado neto es como si Ibsen hubiese decidido en el último momento que su Espectros debía tener un final alegre y hubiese convocado a un hechicero para terminar la obra con una escena de pacífica y alegre vida hogareña. No es que nadie recomiende Espectros al que busque entretenimiento, y vagamente podríamos llamarlo éxito, pero si Ibsen lo hubiera dotado de un final feliz nunca habríamos vuelto a oír hablar de esta obra después de su estreno. Y la comparación es perfectamente apropiada. Hasta la mitad, la historia es desgarradora por la crudeza del sufrimiento humano que expone, pero después entra en un estado que mezcla el optimismo más trivial con Un cuento de Navidad, de Charles Dickens. Lo que comienza fúnebre, con negros y grises, termina en un ramo de flores primaverales. Y eso no puede hacerse. Excepto por ese horrible final feliz, la obra tiene la profundidad y las dimensiones del mismo Ibsen y un significado tan profundo, casi, como cualquiera de las cosas que el noruego escribió. El mensaje es, brevemente, que los hombres con inclinaciones oscuras tienen que labrarse su propia salvación o cargar con las consecuencias de sus crímenes, y las almas cándidas que pretendan ayudarles, por muy dispuestas que se muestren, sólo conseguirán perjudicarles y arruinar su vida y la de otros inocentes. Es pesimista, si quieren, pero ¿quién se atreve a decir que no sea sincero? Mientras la película aborda esta tesis es absorbente y carece por completo de artificio, pero luego llega el quiebro hacia ese final feliz tan inapropiado y todo se hace añicos. Todo aquel capaz de soportar la depresión de la tragedia sin dejarse asustar por el vulgar atraco del final, estará a prueba de la melancolía y el happy end no conseguirá calarle. La primera vez que nos cruzamos con David Holm es en la víspera de su salida de prisión; se trata de un bruto desaliñado, fornido y vicioso cuyo perjudicial comportamiento ha provocado un asesinato por el que otro cargará con la culpa. Al llegar a casa descubre que su mujer, tras haber sufrido su violencia y abandono, ha huido. Y empieza a seguir su pista, clamando venganza por esa deserción “justo cuando más la necesitaba”. Sus merodeos le llevan a un centro de acogida del Ejército de Salvación, donde una joven trabajadora de la caridad llamada Edith Larssen hace todo lo que puede para ayudarle en su regeneración, mas él rechaza sus buenas intenciones entre blasfemias.

5 Así que tenemos a David, más desaliñado y hosco, vagando por el centro de acogida en el que, sin saberlo, se encuentra su esposa. Y Miss Larssen decide que debe reunir al matrimonio, por lo que convence a la mujer de que su tarea es ayudar a su marido. Gracias a su intervención, la pareja se junta de nuevo en el pulcro hogar que la mujer ha construido para sí y sus hijos. Pero, tras un año, David recae en sus viejos hábitos, bebe, se muestra intratable y violento y el hogar vuelve a la miseria. Las consecuencias negativas de lo que empezó con una buena intención empiezan a acumularse. David vuelve a regresar borracho a casa y a maltratar a su mujer y ella trata de nuevo de escapar, frustrada y desesperanzada con su destino. La desdicha que ha causado atormenta a Miss Larssen en su lecho de muerte, por lo que hace llamar a David y su esposa, en un último intento por salvar al hombre. Pero es Noche Vieja y él se niega a que le distraigan de su juerga (¿quién, sino un pesimista escandinavo, tendría la ingenua idea de representar la celebración en un cementerio?). David y sus compinches de borrachera terminan en una pelea de la que éste sale inconsciente y es abandonado a la muerte. Aquí es donde empiezan a “instalar” el final feliz. Mientras yace desvanecido, sueña con una carreta fantasma conducida por alguien que murió en el filo de la medianoche del último día del año, convertido en esclavo de la Muerte y que debe recoger a todos los muertos. En el sueño se le conmina a que se haga cargo de esta fantasmal tarea y en el recorrido pasa por su propia casa, donde su mujer está a punto de envenenar a sus dos hijos y suicidarse después. Entonces David se despierta del desmayo y corre a casa, donde descubre que todo ha sido un sueño. En ese momento, con mucha pompa religiosa, decide reformarse y convertirse en un buen marido. El final muestra a la familia un año después, restablecida y próspera. Parece demasiado pedir al público que acepte una solución en la que un simple sueño es capaz de corregir a una persona tan envilecida; esto le deja a uno helado e indignado. Y eso que parte del sueño (del que desconocemos su naturaleza onírica hasta que termina) es de una fotogenia impresionante, con abundantes efectos espeluznantes. Se aprecia un esfuerzo por dotar a la obra de la profundidad de lo espiritual. Uno de los rótulos reza: “¿Regresan los muertos? ¿O es una auténtica tontería?” Sin adentrarse en los méritos de esta reflexión, intentar aprovechar la moda de las teorías de Sir Arthur Conan Doyle, de rabiosa actualidad, para sacar réditos para la película, sí es “una auténtica tontería”. La película tiene que valerse por sus propios méritos. En lo referente a sus enseñanzas morales —¿y quién puede decir que un film que refleja un problema humano no sea tan educativo como una historia sobre el Louvre o la “Vida Nativa en Calcuta”?—, la película supondría una contribución tan válida para la pantalla como Espectros o Casa de muñecas si la intención original se hubiera desarrollado con sinceridad hacia su conclusión lógica. —Variety, 9 junio 1922—.

6 Cartel de la película.

7 Körkarlen. La hermana Edith Larssen (la actriz Astrid Holm), del Ejército de Salvación, en su lecho de muerte. Su madre (la actriz Concordia Selander), a la izq, conversa con la compañera de Edith en la institución, la hermana María (la actriz Lisa Lundholm).

8 Körkarlen. La hermana Edith Larssen (la actriz Astrid Holm), del Ejército de Salvación, en su lecho de muerte, mientras es asistida por su compañera en la institución, la hermana María (la actriz Lisa Lundholm).

9 Körkarlen. La esposa de David Holm, Anna Holm (la actriz Hilda Borgström), acude a la llamada de la hermana Edith Larssen, presentándose en su casa, donde la espera en su lecho de muerte. Detrás de Anna Holm vemos a la hermana María (la actriz Lisa Lundholm). Repárese en el naturalismo del mobiliario, propio de un drama de Henrik Ibsen.

10 Körkarlen. Anna Holm (la actriz Hilda Borgström) junto al lecho de muerte de la hermana Edith Larssen, que la ha llamado a fin de que se reconcilie con su marido, David Holm.

11 Körkarlen. La hermana Edith Larssen (la actriz Astrid Holm), ya enferma, siendo atendida en las dependencias del Ejército de Salvación por su compañera la hermana María (la actriz Lisa Lundholm).

12 Körkarlen. Al fondo de la estancia Georges (el actor Tore Svennberg), el conductor de la carreta fantasma, mientras que aún vivía, en uno de los tugurios que frecuentaba, Está taciturno, esperando la llegada de la Muerte. Esta imagen se corresponde con lo que Georges está contándole a su amigo David Holm, en el cementerio: que él habrá de ser el próximo cochero siniestro.

13 Körkarlen. Georges, el conductor de la carreta, entra en una vivienda burguesa a recoger el espíritu de un hombre que acaba de suicidarse.

14 Körkarlen. Georges, el conductor de la carreta, saliendo de la misma vivienda burguesa con el espíritu de un hombre que acaba de suicidarse.

15 Körkarlen. Georges (el actor Tore Svennberg) conduciendo la carreta fantasma.

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17 Körkarlen. Este plano no aparece en la copia generalmente conocida del filme. A la dcha, un supuesto conductor de la carreta. A la izq, el cuerpo muerto de David Holm sobre una tumba del cementerio, cuyo espíritu (vemos la cabeza sobreimpresa en una de las ruedas traseras) acaba de reconocer al espectral visitante.

18 Körkarlen. David Holm, abajo a la izq, suplicándole a su amigo Georges, el conductor de la carreta, que le permita no suplantarlo.

19 Körkarlen. El espíritu de David Holm, a la dcha, siendo llevado junto al lecho de muerte de la hermana Edith por su antiguo amigo Georges, el conductor de la carreta.

20 Körkarlen. Anna Holm (la actriz Hilda Borgström), con sus dos hijos pequeños, junto a la puerta de su casa. En el suelo yace el cuerpo borracho de su esposo.

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22 Körkarlen. La hermana Edith Larssen, con el uniforme del Ejército de Salvación.

23 Körkarlen. Anna Holm (la actriz Hilda Borgström) desesperada. Su marido, David Holm, acaba de entrar otra vez borracho en la casa, después de haber transcurrido un año desde la reconciliación propiciada por la hermana Edith.

24 Körkarlen. David Holm (Victor Sjöström) golpea con todas sus fuerzas una puerta con un hacha, intentando salir de la habitación donde su esposa Anna Holm, muy asustada, lo ha encerrado con llave, después de regresar borracho a la vivienda y acercarse de modo extraño a sus pequeños hijos. Esta escena sería homenajeada por Stanley Kubrick en El resplandor (1980), sesenta años después.

25 Körkarlen. David Holm (Victor Sjöström) intenta salir violentamente, ayudado de un hacha, de la habitación donde su esposa Anna Holm, muy asustada, lo ha encerrado con llave, después de regresar borracho a la vivienda y acercarse de modo extraño a sus pequeños hijos. Esta escena sería homenajeada por Stanley Kubrick en El resplandor (1980), sesenta años después.

26 Körkarlen. La hermana Edith Larssen, en su lecho de muerte, suplica al conductor de la carreta fantasma, Georges, que permita a David Holm volver con su esposa y reconciliarse definitivamente.

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28 Körkarlen. La hermana Edith Larssen, en su lecho de muerte, que acaba de suplicar al conductor de la carreta fantasma, Georges, que permita a David Holm volver con su esposa y reconciliarse definitivamente, está a punto de sentir la mano del espíritu de David, que se acerca arrepentido a ella, su protectora e intercesora inquebrantable, a pesar de la ruindad de su existencia de borracho y maltratador.