Mari Paz Santos Suero Quién dirá a la hoja de otoño si cae el cuándo, el cómo, hacia dónde ir a posarse. Mirad cómo vuela en su balancearse… Sin que.

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Author: Javier Juan Luis Molina García
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2 Mari Paz Santos Suero

3 Quién dirá a la hoja de otoño si cae el cuándo, el cómo, hacia dónde ir a posarse. Mirad cómo vuela en su balancearse… Sin que nadie le diga. Se deja en el aire. Quién dirá a la espiga el cuándo tumbarse o cuándo deshojarse los pétalos al viento. El silencio que cuaja de rocío el momento de la hierba de los parques… ¿ quién lo hará quedarse? Decidme. Si pasa. El Misterio. Contadme. El frío de otoño viaja en el aire. Su hondura risueña la ha dejado un ángel en la hoja, en la espiga, en la flor… al posarse. Mientras el rocío cuajado en los parques habla entre la hierba de un no sé qué… Dejadle.

4 Una mañana, un amable jardinero del ayuntamiento de Madrid me regaló unos esquejes de rosal. Preparó con cuidado y mimo las ramas mientras me explicaba cómo plantarlas quitándose tiempo de su trabajo… … Pensé en ese momento en el Gran Jardinero, Misterio que siembra, y en los esquejes que nos concede : gestos, palabras, formas de actuar que regalamos sin darnos cuenta a nuestro alrededor… … Y en la importancia de preparar y cuidar bien esos esquejes… Mari Paz Santos Suero.

5 En la tarde fría del otoño claro el darse sencillo, la mirada grave, en ellos, los dos, de nuevo – qué raro-, como dos chiquillos que de nada saben… más que de la tarde, que es fría, de otoño, y a la vez tan cálida por la luz tan suave… En la tarde – digo-, como dos retoños, el poema en ellos, el verso no cabe en toda esa dicha, el juego tan raro del darse sencillo del otoño claro … y es la tarde fría quien sólo lo sabe.

6 Con tu edad que perdura, ¿ qué respondes?, ¿ nos dirás algo más desde tu hondura? ¿ al menos cómo, cuando ya o por dónde, con algo parecido a la dulzura de ese saber estar que nos enseñas, nos contarás cómo ir en la andadura… o cómo conseguir tu contraseña de fortaleza sosegada y dura…? Ay, dime algo, quizá dónde se esconde la paciencia, el amor que va callado en tu paso, en tu voz sencilla y pura, que cuando la vejez también nos ronde hoy, al verte, por ello he suspirado- algo sólo quisiera de tu hondura

7 De repente sonríes y tus ojos se convierten. Más grandes todavía. Te suben arreboles aún más rojos al rostro. Nos contagias. Alegría. De repente la risa fabulosa que llena en el salón. ¿ Qué sucedía…? Son tus rizos dorados. Ese rosa de tu ropa. La rara fantasía. La magia. La mañana. Tú sonríes. Campanilla tu voz que se va al vuelo: Vienes niña, tímida, graciosa, a dejar que el otoño nos confíe el baile de los rizos de tu pelo. Y nos dices contigo tantas cosas… A Eva

8 ¿ Qué tenías…? Que tu sonrisa apenas, en íntimo rumor de madrugada, venía a mí tranquila, sosegada, pero llegaba en una luz tan plena que sin quererlo, sí, me preguntaba: la noche se nos iba tan deprisa en misterio de tu rara sonrisa… ¿ qué tenías que no me lo contabas…? Las manos, las caricias, el abrazo, y luego la mirada que callada el deseo ya sólo conjugaba de volver a enhebrar conmigo el lazo de la sonrisa de la madrugada. ¿ Qué tenías que así me lo contabas…?

9 Esa hoja de otoño, el sol de mañana, cimbrea el paisaje desde la ventana: el pelo que al viento le baila a quien pasa al compás del árbol y de algunas sábanas, las nubes arriba que corren ufanas, algún soniquete de tráfico, o nada: si se escucha el viento, el rumor que baila en la tímida hoja del otoño que habla, se queda, y entonces - se queda en el alma- un extraño goce desde la ventana…

10 Calla la ciudad en el sosiego de la noche que se hace diferente. Sucede el día. Me dejo. Me entrego. Pero todo es ahora suficiente. Calla la ciudad de su trasiego. La calma sin querer que viene y vence. El otoño que duerme afuera. Luego Claridad llega, se queda, convence… Y la ciudad ya no es… porque me entrego. La noche sin querer ya se convierte. Se halla el alma también entre el sosiego de Tanta Claridad en que se vierte todo aquello que existe. … El ansia luego de volver, Claridad, volver a verTe…

11 La enferma en la calle sonríe de nuevo - aunque hoy no la halle palabras le llevo-. Enferma, mi amiga, pasea, sonríe, el aire deslíe el sol que la abriga. Y se va muriendo - tan pálida iba…- la nube de otoño quizá se lo diga, o ya ella lo sabe… ¿ quién sabrá, quién sabe…?- La enferma con nadie. El aire que ríe. El sol del otoño. Paseo que sigue, que lleva, que abriga su pálida tez… ¿ Por qué se va yendo, despacio, mi amiga…?, ¿ la nube, el otoño quizá me lo diga, o el sol que deslíe su rostro tal vez…?

12 Queda el banco. Las palomas. Esa intimidad. El parque. La desidia. La pobreza. El trozo de pan. El aire. Queda el banco. Soledad. Pero aquí, sólo en el parque, a unas sutiles palomas que vagaban por el aire, a ellas que no le preguntan el pobre su pan les parte…

13 Heridas aún más grandes a otra herida ¿ por qué siempre?, ¿ y siempre insuficientes…? ¿ Qué razón en vender la propia vida arrancando la de otros inocentes…? Tantísimo que duele y hiere tanto si se ahoga la voz y clama un arma homicida… Pero el llanto, ese llanto… de quien no tiene culpa ¿ que no alarma…? ¿ Por qué, entonces, por qué seguir matando? ¿ Qué causa, qué dolor que no se olvida? ¿ El daño aún más grande todavía en otros y rompiendo el Mediodía para cuajarlo de armas contra vidas…? ¡ Ay, decidme…! ¿ hasta cuándo ya… hasta cuándo…? Da igual dónde la guerra, el ataque, el atentado… la violencia ¿ con qué se justifica…? ( imagen de prensa distorsionada)

14 Ruge el Pulso de Dios en la Cañada y una jeringa, el barro y la basura. Pero una flor del sol enamorada, para decir que sí con su bravura. Y la blasfemia. Pero aquí la Vida. Y quien dice que no. Pero el Amor que late entre la tierra renegrida (la aguja, la hojalata... y una flor) La oración y ese Pulso, y el momento. La campana que suena revivida. Esa niña. La espera del olivo. Y el Latido que aúna el sentimiento: Diciendo, como el pétalo, que anida en la Cañada el Dios que ruge vivo.

15 La vida sucediendo y la pregunta que se contesta sólo si se puede del por qué y para qué cuanto sucede, a veces la evasión y el ansia juntas.. La ciudad que deseos nos concede como juguetes para nuestra calma pero luego deja en nuestras palmas desazón cuando nadie intercede. Y la pregunta, entonces, la pregunta tan huérfana, tan sola en cada uno… tiempo que pasa, tiempo que no cede… … Atará la ciudad como una yunta esta existencia para nuestro ayuno si faltan los juguetes que concede.. ¿ Qué podrá contestar el que no puede…?

16 Tanto y tanto el acoso en que se tiene al que sufre, al que no puede y calla… Y nos acostumbramos si conviene sosegar nuestro egoísmo tan canalla… Cómo otros me pregunto cuánta gente quizá tenga perdida la batalla porque ha nacido para ser sufriente. Miro al Cielo y pregunto qué nos falla… Volcar decido entonces tantas veces la sangre en mis renglones de palabras por tantos, por quien no puede y calla. Al Cielo he de implorar con tantas preces - dejaré toda hondura en mí que se abra- por quien no tiene vida o quien no la halla y algo la mía les vaya… les vaya…

17 Porque vamos por el mismo camino conquistando maneras en el ir para hacerlas mejor, nuestro vivir será siembra para otros. El destino tendrá heridas o no, pues aprendemos a hacernos, caminando, yendo todos con casi el mismo afán de hallar el modo en todo cuanto ansiamos y tenemos. Y seremos audaces al andar cuando haya que sufrir o que gozar totalmente. Y si algo preguntamos por la razón de nuestro caminar, para qué proseguir y continuar… conmigo tú sí digas: “ porque vamos…”

18 Si mi palabra sirve la levanto, ay, si sirviera, para dar la vida. Y aunque fuera sólo para el canto para cantar entonces va encendida. Y va encendida, pero si pudiera levantar con mi voz algún aliento…: Llega otoño, se queja primavera ya de esperar de nuevo su momento… Mas si sirviera, pues, algún instante siquiera - si pudiera, si sirviera…- sería sin dudarlo siempre antes melodía mi voz para la espera, palabra decidida hacia adelante para abrigar latidos dondequiera. Y la intención firme de cuidar los propios esquejes…

19 Porque lo que es sembrado con amor da frutos… Mari Paz Santos Suero. Principios de diciembre de este año 2009. Fotografía y realización originales de la autora. Difusión libre y gratuita. Trabajo no comercializable. Registro de la Propiedad Intelectual: M-0100118/2009