1 María "entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel", sigue San Lucas. Sería un saludo respetuoso, por los años de Isabel y por el afecto, el viejo saludo tradicional de Palestina: "La paz sea contigo, Isabel".
2 "¡Bendita eres tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre! ¿De dónde se me concede que la Madre de mi Señor venga a mí? Bienaventurada tú, que has creído que se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del Señor!"
3 Y viene ahora el más largo párrafo que conocemos de María. Nunca más recogerá el Evangelio tantas palabras suyas.
4 Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
5 Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
6 Su nombre es santo, y Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
7 Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón,
8 derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
9 a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
10 Auxilia a su pueblo acordándose de la misericordia
11 ―como lo había prometido a nuestros padres― en favor de Abraham y su descendencia por siempre. (Lucas I, 46-55)
12 María se quedó con Isabel unos tres meses, y después se volvió a su casa. ¡Feliz porque has creído!