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2 Mujeres y varones de una nueva era Dra. Amelia del Sueldo Padilla www.sexualidadyeducacion.com
3 Educación de la sexualidad La educación de la sexualidad es mucho más que enseñar la anatomía y la fisiología de los aparatos genitales, sus enfermedades y sus riesgos. Educar es mucho más que informar. Es hablar de valores, de actitudes y de habilidades para la vida. Hay distintos tipos de educación de la sexualidad. La educación formal institucional, la no formal, la incidental o silenciosa, la socialización sexual.
4 Educación de la sexualidad Educación de la sexualidad significa aprender acerca de los factores físicos, cognitivos, emocionales, interactivos y sociales de la sexualidad. La educación de la sexualidad empieza en el momento del nacimiento y progresa a través de la niñez y adolescencia hasta llegar a la adultez. A través de ella se apoya y protege el desarrollo sexual de niños, niñas y adolescentes de ambos sexos, capacitándolos y empoderándolos con información, habilidades y valores positivos.
5 Masculinidades Si bien existen muchas formas de masculinidades, entendidas estas como “los modos como los hombres son socializados, y a los discursos y prácticas que se asocian con las diferentes formas de ser hombre” (Cultura Salud, 2010), los hombres son criados y educados, bajo un mismo modelo de varón que se denomina “masculinidad hegemónica” (o machismo). Se trata de una construcción cultural que define cómo debe ser el “varón” para que sea considerado como tal y cómo debe relacionarse con su entorno.
6 Masculinidades Esta masculinidad hegemónica –entendida como forma de organización social- dice a hombres y mujeres cómo comportarse y determina sus lugares de acción y es la que implica consecuencias relacionadas con la violencia y pone en riesgo la salud.
7 Masculinidades Se trata de un sistema de ideas y prácticas que no es exclusiva de los varones, sino que también las mujeres incorporan y reproducen en sus vidas. Hábitos y costumbres que responden a un sistema ideológico (el patriarcado) que organiza la sociedad definiendo modelos rígidos de masculinidad y de femineidad, basándose en una desigual distribución del poder. Se otorga un lugar a los hombres y a las mujeres en la familia, en la sociedad, en el mundo de la economía y de la política, legitimando y naturalizando la desigualdad en la distribución de los espacios de decisión.
8 Masculinidades Michael Kimmel (1997) considera que una de las características más importantes de la masculinidad hegemónica es la necesidad de ejercer poder y control sobre otros/as. Así, en el proceso de construcción de su masculinidad, los jóvenes tienden a demostrar el poder utilizando la violencia entre sí o sobre otros (mujeres, niños, animales, la naturaleza) para probar que son “hombres de verdad”. Esas actitudes los llevan en ocasiones a exponerse a sí mismos y a otros/as a conductas violentas como por ejemplo participar en peleas, consumir alcohol o drogas en exceso, fumar tabaco (se cree que otorga madurez), tener sexo sin protección, etc. Otras formas de demostrar ese poder puede ser quizás alardear con sus conquistas para competir en distintos terrenos (sexual, económico, laboral, social).
9 Ritos de iniciación masculinos Existen ritos de iniciación masculina, que marcan momentos importantes en la vida de los jóvenes hombres. El objetivo que tienen es descartar todo rasgo entendido como femenino como por ejemplo la expresión de afectos o de vulnerabilidad. Cada cultura marca a los varones los modos de iniciación, pero en líneas generales los jóvenes perciben que se “hacen hombres” cuando logran las primeras conquistas sexuales, la autonomía en el mundo público a través del primer trabajo, al demostrar su fuerza física o su valentía con peleas e incluso cuando se emborrachan junto a los amigos. En la vida adulta, la masculinidad se ve reafirmada a través de ciertos ritos como la fecundación, la provisión y la protección de su familia.
10 Hombres conquistadores vs. Hombres raros Desde el modelo de la masculinidad hegemónica, ser hombre se convierte en sinónimo de fecundador y se destaca su capacidad reproductiva. De aquí surge el mito de que un verdadero hombre debe tener hijos, especialmente hijos varones que sigan su descendencia. Respecto de la sexualidad, se espera que los hombres sean activos, exigencia que implica: que debe estar preparado siempre para cualquier aventura “amorosa”, aún en contra de su deseo, que cuantas más relaciones tenga más hombre será, que debe enseñarle a las mujeres a descubrir su sexualidad.
11 Estereotipos de género Desde nuestra infancia nos enseñan que las mujeres deben ser débiles, pasivas, asustadizas, sensibles, maternales, cuidadoras, dependientes, tiernas, emocionales, sentimentales; mientras los hombres deben ser fuertes, competitivos, seguros de sí, valientes, inquietos, independientes, activos, conquistadores y poderosos, racionales, proveedores, equilibrados, fríos, entre otras características. De este modo, niños y niñas aprenden qué implica ser un varón y una mujer para la sociedad a la cuál pertenecen, a partir de estereotipos que determinan cómo deben ser, sin admitir rasgos de otro tipo.
12 Estereotipos de género Se trata de modelos avalados y reproducidos no solo en la familia, sino también por las Iglesias, la escuela, el Estado, los medios de comunicación, entre otras. Instituciones que influyen en los jóvenes, en su proceso de formación y en la constitución de su propia identidad. Entonces el género es una condición social y cultural construida históricamente. Es el conjunto de características, actitudes, roles, valores, comportamientos que determinan lo que debe ser un varón y una mujer, impuestos a cada sexo mediante un proceso de aprendizaje y socialización. Por ser una construcción social y cultural, es inherentemente dinámico
13 Estereotipos de género Analizar los vínculos entre hombres y mujeres, desde un enfoque de género, nos permite, además de explicar los diferentes lugares que ocupan ambos en la sociedad, entender cómo en algunos casos a las diferencias biológicas se les otorga un sentido de desigualdad social, naturalizando esas diferencias y negando toda posibilidad de cuestionamiento. Histeria viene de hister, “útero”, porque los científicos del pasado, no tan lejano, llegaron a la conclusión de que las mujeres pensábamos con el útero, y entonces, cuando teníamos desajustes mentales ocasionados generalmente por la opresión patriarcal, se pensaba que era que teníamos el útero sucio o estropeado. La histerectomía, la extirpación del útero, se convirtió en práctica habitual para “calmar los nervios” de las mujeres.
14 Algunos desafíos Existen algunas complejidades que es preciso vislumbrar. Por un lado los varones no están habituados a analizar sus propios comportamientos y a cuestionarlos, dada la naturalización y justificación de los mismos. En segunda instancia el trabajo de género implica un trabajo personal que moviliza formas de pensar y actuar que han sido adquiridos desde muy chicos y que atraviesan hasta el modo de expresarse. Revisar sentimientos, acciones, pensamientos, tiene consecuencias a su vez en las relaciones con su entorno y consigo mismos.
15 Algunos desafíos Es difícil la tarea para los jóvenes de desechar los modelos de identidad masculinos y femeninos tradicionales sin vislumbrar otros que tengan cierto reconocimiento social, que les brinden seguridad. Queda claro que este proceso implica un compromiso que supone cambios personales pero también políticos. No alcanza con que los hombres modifiquen su manera de pensar y actuar, si esos cambios no se ven reflejados en políticas sociales, en un adecuado acompañamiento del sistema educativo, en un sistema de medios que resguarde relaciones igualitarias de género y en la forma como socializamos a las nuevas generaciones
16 Muchas gracias Dra. Amelia del Sueldo Padilla www.sexualidadyeducaciòn.com