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2 Nace como producto de las ordenanzas de Moisés en Levítico 23:34-43. Con ella se evocan dos hechos puntuales: Uno es la gratitud por las cosechas del año, que terminan en el otoño. Este acontecimiento ocurre cuando se celebraba la fiestas de los Tabernáculos, en hebreo “Sucot”, y se celebra de acuerdo al calendario hebreo, en el mes de “Tishri”, que equivale a los meses de septiembre/octubre de nuestro calendario.
3 Y la más importante es el recordar la experiencia del peregrinaje del pueblo judío durante cuarenta años en el desierto, viviendo en tiendas de campaña, tiempo en el cual Dios les fue fiel, proveyéndoles de todo lo que necesitaban.
4 Jesús tenía costumbre de retirarse, cuando estaba en Jerusalén, a pasar la noche al monte de los Olivos y especialmente pernoctaba en Getsemaní.
5 De pronto la lección matutina es interrumpida por un grupo de escribas y fariseos que antes de ir ante el Sanedrín, arrastran a los pies del Señor Jesús (para someterlo a prueba) a una mujer, que ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Pero ya muy de mañana volvió otra vez al templo, para enseñar. «Todo el pueblo acudía a Él; entonces se sentó y les enseñaba».
6 Al fin y al cabo, en aquella sociedad 'marido' se decía ba’al palabra hebrea que significa 'señor, amo, propietario'. La esposa era una propiedad del marido, la más preciosa, tal vez. Según la Ley de Moisés, debía morir apedreada: (Lev 20:10ss; Deu_22:23ss; Eze 16:40). El Antiguo Testamento considera adúltero al marido que entabla relación sexual con una mujer casada o con una prometida, pero no cuando se tratara de una soltera. Por el contrario, la esposa es considerada adúltera por cualquier tipo de relación sexual extramatrimonial.
7 Si por el contrario aprobaba la lapidación de la pecadora, perdería la autoridad y reconocimiento que ante el pueblo había adquirido en gran parte gracias a sus enseñanzas llenas de misericordia para con el pecador. El Señor interrumpe su enseñanza y escucha a los fariseos atentamente. La sentencia era clara e inapelable. Si Jesús se oponía públicamente a la lapidación de aquella adúltera, podrían acusarlo ante el Sanedrín por «pronunciar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
8 Una vez concluida su exposición, el Señor asume una actitud desconcertante: sin decir palabra alguna se inclinó y «escribía con el dedo en el suelo», como quien se desentiende completamente del asunto.
9 San Jerónimo proponía, conforme a una interpretación material de Jeremías (Jer 17:13), que escribía en tierra los nombres de los acusadores y sus culpas. De lo que en ese momento escribió o dibujó, ningún evangelista da cuenta. ¿Acaso se trataba de un ejercicio de paciencia ante la enervante malicia de los escribas y fariseos, a quienes no les interesaba instrumentalizar a esta mujer para tenderle una trampa?
10 El texto de Jeremías dice: “Todoscuantos te abandonan (Yahvé) quedarán confundidos; quienes se apartan de ti, serán escritos en la tierra porque abandonaron a Yahvé, fuente de aguas vivas” (Jer_17:13).
11 Los impacientes escribas y fariseos insisten en su cuestionamiento.
12 «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». Entonces el Señor se levanta y pronuncia una escueta y lapidaria sentencia:
13 Contestación digna de la sabiduría. Cómo les hizo entrar dentro de sí mismos. Dedicados a calumniar continuamente a los demás, no se examinaban a sí mismos; clavaban los ojos en la adúltera, pero no en sí mismos.
14 La ley fue escrita con el dedo de Dios, pero en piedra, por la dureza de sus corazones. Ahora el Señor escribía ya en tierra porque quería sacar de ella algún fruto.
15 Los provocadores desaparecen comenzando por los más viejos Con su marcha todos se han reconocido pecadores. Pocas palabras han sido suficientes para darles una gran lección. La sentencia fue suficiente para desarmar la trampa y para liberar a esta mujer de morir apedreada.
16 La mirada de Cristo saca a la luz lo mejor que hay en cada persona. Es, pues, una mirada reveladora. Porque muestra al hombre mismo sus posibilidades, su verdadera dimensión. Cuando levanta los ojos, la adúltera ve a uno que la mira de una manera distinta a los otros. La mirada de Cristo despierta su ser auténtico, real. Llama a la santidad.
17 Jesús no quiere condenar, sino liberar, con su decisión asegura la vida a la mujer, dándole así un nuevo impulso vital, una nueva oportunidad. Lo que Jesús desea es este nuevo comienzo para la mujer. Y hecha la lección de justicia contra los acusadores, da ahora la lección de misericordia.
18 No declara por bueno lo que la mujer ha hecho, de ninguna manera es blando ante el pecado, que significa todo aquello que atenta contra nuestra dignidad de hombres ya que nos destruye y esclaviza. Jesús subraya fuertemente la auténtica actitud del cristiano: condenar el pecado («en adelante no peques más») y salvar al pecador.
19 - La segunda, es que la voluntad de Dios no es condenar al hombre pecador (este hombre pecador que somos todos), sino salvarlo. Dos enseñanzas de Jesús encontramos aquí: La primera es que ninguno de nosotros tiene licencia para condenar a nadie. Por una razón muy sencilla: porque todos somos pecadores. Esta sencilla realidad deberíamos recordar cuando estemos a punto de juzgar a alguien.
20 Como la mujer del evangelio, también nosotros nos sentimos comprendidos y amados por Jesús. Sólo aquel que se ha sentido comprendido y amado por Dios se libera de todas las presiones y miedos, se reencuentra a sí mismo y es capaz de comprender y amar.
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